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Un hijo muere, ¿la pareja también?


No pensé escribir una nueva entrada tan rápido en mi blog pero la ocasión lo amerita. Hoy cumplimos 5 años de casados Julián y yo, y decidí redactar lo que nunca le he hecho saber.

No habíamos cumplido ni un año de casados y ya estábamos cremando a nuestra hija de 30 días de nacida. En la casa de mis hermanos, un 3 de Julio, 3 días después, me estaba llevando Julián una comida sorpresa para "festejar" ese primer año de matrimonio. El hombre sí se caracteriza por eso, por ser la figura fuerte o por sentir tener que serlo y julián le hizo honor a ese "cliché". Yo sabía que estaba destrozado por dentro y aún así, buscó la manera de tratar de hacerme un rato agradable o por lo menos distinto al que veníamos viviendo desde hacía 8 días. Cuando salgo a la sala y veo todo un despliegue por su comida sorpresa, me acuerdo no haber tenido yo ninguna expresión en mi cara. Obviamente estaba infinitamente agradecida pero realmente no fui capaz de expresárselo porque estaba emocionalmente plana y físicamente destrozada porque tenía tosferina, la misma enfermedad que se llevó a mi bebé. La tos no me dejaba ni hablar ni ver bien, así que fui sumamente parca. No se qué habrá sentido él, no se si habrá sentido desilusión pero su reacción fue la de siempre, la que hasta ahora ha tenido.

No pude haber sido más afortunada con el marido que elegí. Por la tos que yo ya tenía, cuando estábamos en la unidad de cuidados intensivos, mis entradas eran mucho más restringidas y a él le tocó la parte más dura del retroceso de Salomé. Había momentos en los que él salía de allí llorando como niño chiquito. Yo, la verdad, no se que veía. Nunca le pregunté. Solo lo observaba. Yo solo sabía que la taquicardia de ella era tan brutal que hasta yo misma me salía porque pensaba que se le iba a explotar el corazón. Pero él estuvo allí cada minuto presenciando ese deterioro tan marcado al que ella se sometía. Él mismo fue quien me dio fuerzas cuando el 29 de Junio en la mañana, mi mamá, muy sabiamente, me sugirió bautizar la bebé. Yo no lo tomé bien. Me rehusé diciendo que por qué me la querían matar pero Julián me tranquilizó tratando de explicarme cualquier cosa porque ahí no hay explicación, pero igual, me convenció.

Cuando llegamos a la clínica y entramos a cargar a Salo, sin vida, su fuerza era igual que la mía, yo no me quebré pero él menos. Yo no nombraba la palabra muerte porque no la soportaba y él hacía lo mismo. Debíamos allí decidir si cremábamos o enterrábamos y él solo esperaba que yo tomara la decisión. En el "cuarto blanco", que es como le llaman a la morgue, ahí sí me derrumbé, pero él no. Yo solo me aferraba a mi bebé y no lo quería soltar porque sentía que la iba a dejar allí sola, y él respetó, nunca me dijo "suficiente", ni me presionó a salirme de allí. Eso sí es respeto.

-Qué quieres hacer?- me preguntaba todo el tiempo. Y todo lo que yo quería hacer, él lo hacía. -No me quiero ir a dormir, quiero ir a otra sesión de ángeles, quiero que todo el mundo vaya de blanco al oratorio, no quiero ir a la cremación, quiero poner canciones...- A todo, él asentía.

Sus palabras en el oratorio para despedir a mi gorda fueron mágicas. No me acuerdo qué dijo, borré película pero si sé que me generó en ese momento mucha satisfacción, tranquilidad y orgullo oirlo hablar.

Ahora, venía lo más duro: el proceso de duelo. Dicen los textos que el 40% de las parejas que sufren la pérdida de un hijo, tienden a separarse. Y no es para menos. El proceso de duelo en un hombre difiere por completo al de la mujer. La mujer habla, detalla, llora, ve fotos, vuelve y habla, grita y trabaja todos los días en sentirse mejor, y sentirse mejor no es dejar de llorar, al contrario se permite sentir. Un hombre calla, suspira, no ve fotos, vuelve y calla, evita y trabaja, pero trabaja laboralmente hablando. Qué gran diferencia! la mujer suelta, el hombre reprime. En nosotros 2, esto se dio al pié de la letra, pero con profundo respeto. Cada uno dejó al otro hacer su propio proceso pero era más difícil que él me lo dejara hacer a mi porque uno cambia, ellos siguen igual, haciendo lo mismo que venían haciendo. -ya no quiero trabajar, solo quiero meditar, quiero pintar, quiero bailar, quiero tener otro hijo ya, quiero guardar todo, no voy a botar nada- Y él seguía aceptando. Eso sí, aquí no solo ayudó el respeto, ayudó el que él creyera lo mismo que yo. El trabajo espiritual que yo hice, él decidió hacerlo también. Lo más natural es encontrar un hombre escéptico o agnóstico pero tuve la dicha de contar con un hombre con un nivel espiritual asombroso.

11 meses después nació Salomón pero a los 6 días de nacido nos tocó internarlo en cuidados intensivos porque se le olvidaba respirar. Yo literalmente me enloquecí, me descontrolé y él, ahí como un roble, parándome, abrazándome y acompañándome. Al año y medio, perdemos otro bebé en gestación, era la ilusión de que venía la niña, me minimicé, pero él no se daba la oportunidad de sentir, solo se mostraba fuerte para levantarme de ahí. Y 11 meses después, nace Luna, la bebé que tanto esperábamos pero tampocó respiró bien y otra vez, nos tocó vivir una semana en la UCI. De verdad, sin él al lado, creo que fácilmente me hubiera enloquecido.

Sin embargo, debo decir que se que para él, por más espiritual que esté o sea, no ha sido nada fácil. Se que no ha superado este dolor y además de haberse tenido que enfrentar a todo esto sacando fortaleza de no se de dónde, le toca lidiar continuamente con infinidad de situaciones que yo se que trata de evitar: los cuadros gigantes de fotos de Salomé en mi casa, las fotos que ruedan en las redes sociales, los textos constantes sobre la partida de ella, el cuarto de Luna porque es el mismo de Salo, la ropa que le pongo a Luna porque era la de Salo, las canciones que nos recuerdan a ella, y así un sinfin de cosas que se que muchas veces le desgarran el alma.

A quienes han perdido hijos y están pasando por este proceso, solo les puedo aportar este texto que se resume en Respeto y Espiritualidad, creo que son los 2 ingredientes perfectos para poder sobrevivir como pareja a la pérdida de un hijo.

Y a ti Jara, mi admiración profunda y respeto inmenso por acompañarme en este proceso. Muchos se van, pero tú te quedaste, en silencio, pero te quedaste. Mil gracias por ayudarme y apoyarme a crear la Fundación porque finalmente la idea la concretaste tú al darme el espaldarazo que necesitaba. Y gracias por darme estos 3 hijos, que son la fotocopia tuya, porque cada uno de ellos ha marcado el camino por donde ando ahora. Y finalmente, gracias por tanta fertilidad ;)


Juana Estrada Robledo, mamá de Salomé en el cielo, y Salomón y Luna en la Tierra!!!

Fundación Salomé Salva una Vida

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